jueves, noviembre 29, 2012

Un siroco metalingüístico (tié que habé de tó en este mundo)




Anoche me dio un siroco metalingüístico. Y es que comunicarse es algo complejo. Hay quien dice que la palabra, en muchas ocasiones, no es suficiente para expresar con fidelidad lo que pensamos o describir el mundo que nos rodea; menos aún si tenemos en cuenta que una persona normal y corriente maneja una media de 5000 palabras de las 85000 recogidas en el diccionario. Todo esto sin hablar de lo que puede llegar a retorcerse la lengua (sin dobles sentidos) y volverse en nuestra contra.  El caso es que en plena era de la explosión del desarrollo de la tecnología de las comunicaciones, algunos reprochan que, a pesar de la globalización de esta aldea que compartimos, estemos más incomunicados y aislados que nunca. Probablemente se dirían cosas parecidas con la imprenta, la radio, el teléfono o la tele. No obstante, el ser humano se las ingenia, cada vez, para adaptarse a las nuevas formas de comunicación y hacerlas lo más eficaces posible y mantenernos siempre cerca unos de otros. Hoy en día luchamos contra un abismo digital y el lenguaje escrito se resiente en este proceso de adaptación, mientras afina sus instrumentos y aprovecha el potencial que tiene. Es curioso observar cómo evoluciona, por ejemplo, cuando suplimos la torpeza o la ligereza o la premura del lenguaje de chat incluyendo los emoticonos, por ejemplo.
Tal vez por eso el ser humano inventó el arte. Hay algo inefable en la forma en que nos conmueve una pintura, una canción, una danza, un poema…  Es en el arte donde el ser humano despliega todo su potencial. El arte es la comunicación por excelencia, primero con nosotros mismos y luego con los que nos rodean, porque apela a esas emociones de nuestra naturaleza humana. No es la capacidad de razonar lo que nos describe, sino la libertad de elegir ser irracionales; el impulso sinsentido, el descontrol sin motivo. Hay algo primitivo en la música que despierta esas emociones. El ritmo de la percusión, el desgarro de una voz... ¿Qué hay más básico? El sexo, dirían algunos, pero hasta en el sexo necesitamos un ritmo, una cadencia hipnótica que nos guíe... La música en directo nos ofrece la oportunidad de congeniar esa cadencia hipnótica con la transferencia entre los músicos y el público. De nuevo, los rostros son indispensables durante ese baile de melodías, cuerpos y miradas. Comunicación en estado puro.

sábado, abril 07, 2012

No satisfaction


Cada canción tiene una historia, o mejor, varias: la propia que cuenta, la que cada uno interpreta y el significado personal que esa canción tiene (si lo tuviera) o lo que despierta en cada uno de forma espontánea. No obstante, todos esos significados se hacen uno solo en cada directo y en todos los directos (y en todos los ensayos) significan algo diferente. Ahí está la magia de la música. Aunque la verdad es que sí hay un significado último que todos buscamos. Sí, no lo neguéis: placer. Con todas las letras: p-l-a-c-e-r. Decidlo en voz alta o susurradlo: placer... Luego cerrad los ojos y sentid el calor de la gente vibrando a vuestro alrededor, las luces rítmicas confundiendo vuestras retinas, la batería temblando en todo vuestro cuerpo y esos acordes que os ponen el vello de punta... Ahora intentad mentir diciendo que no os volvéis locos por bailar como posesos y cantar como desalmados. ‘I can’t get no satisfaction’, dicen los Rolling Stones, y se contestan a sí mismos con ‘but it’s all right now', porque todo va bien mientras la música suena, pero en cuanto cesa... demonios... ¡no hay nadie que no quiera más!

Doctor Robert ofrece terapias para la insatisfacción y el exceso de vergüenza (no hay cosa más inútil). No prometemos resultados, pero ¡nuestras reuniones resultan muy prometedoras! Si todos repiten, por algo será... ¡Bienaventurados l@s rocker@s porque tod@s terminan con ganas de más y con menos vergüenza que cuando los encontramos!

Doctor Robert rocks it better!

martes, febrero 21, 2012

Doctores contra el frío


Hay ciertos tipos de frío que ninguna manta ni calefactor pueden combatir. Hay momentos gélidos en los que hay una fuente suprema de calor apasionado que consigue librarnos de la hipotermia de espíritu. Es Ella, amigos, la que de verdad consigue abrigarnos el alma. Ella la que nos rodea y acoge en su regazo, nos acompaña día a día, la que marca el ritmo de nuestros pasos. Es Música la que, con auténtica generosidad, se comparte a sí misma con todos y nos une como muy pocas cosas en este mundo logran unir. Es Música la que tantas veces nos da la respuesta, la que pone en orden el caos en nuestras cabezas; es Ella la que encuentra la frase o melodía que define un día, un mes, un año en nuestras vidas o incluso la que nos expresa a nosotros mismos de la forma más auténtica.

Cuando el corazón empieza a sentir el calor de Música empieza a sobrar el abrigo, la ropa y hasta la piel, porque la carne envidia esa calidez que solo puede albergar el alma. Se deshace lo superfluo y quedan únicamente cuerpos y mentes entregados a Música, de la forma más democrática. Las voces se unifican, las manos se acompasan, las emociones se sintonizan, todos coinciden y todos nos hacemos Música. Doctor Robert ofrece ese ‘calor’ porque nosotros mismos lo necesitamos; sin vosotros, que nos compartís, faltaría un algo difícil de explicar. Sí, es cierto, os utilizamos para sentirnos bien, amantes de Rock, pero sabed que es algo recíproco, que a Él le va eso de las orgías musicales. A Rock le pone que gritéis cuando gritamos, que os perdáis con nosotros dentro de esa niebla húmeda y asfixiante, que os sofoquéis con nuestro sofoco y que nos obliguéis a dar más cuando pensábamos que ya nos lo habíais chupado todo.

Perded cuidado, porque si buscáis calor en Música, lo más probable es que Rock acabe encontrándoos; que si sois amantes de Música, os arriesgáis a que Ella también os ame − no es una amante que se rinda fácilmente− y el calor de Rock puede acabar quemándoos por dentro.

Quedáis advertidos.

D. Robert